Llegar al final de FAR: Changing Tides fue como darle la mano a mi pasado prepandémico
La semana pasada me tomé unas vacaciones para, ya sabéis, ponerme al día con las tareas domésticas, descansar un poco y, para cambiar el hábito de toda la vida, jugar a algún videojuego. Enseguida supe qué sería lo primero en mi lista de videojuegos: FAR: Changing Tides, la secuela de FAR: Lone Sails, la melancólica aventura de Okomotive. Aunque Changing Tides cuenta una historia distinta a la de su predecesor, poniéndote en la piel de un nuevo protagonista y cambiando sus desolados páramos por un paisaje marino acuático, el núcleo caliente y palpitante que impulsa el juego sigue siendo prácticamente el mismo. Sin nada que te quede en casa tras un desastre desconocido, es hora de hacer las maletas y partir hacia un nuevo comienzo, con la única compañía de tu enorme barco/tren de vapor.
Si aún no has jugado a FAR: Changing Tides, te recomiendo que dejes de leer ahora y vuelvas más tarde. Hay grandes spoilers sobre el final del juego que aparecen en este artículo, y realmente no quiero arruinártelo. Así que te lo advierto, ¿vale? Si sigues aquí, asumo que has jugado y terminado Changing Tides, porque, santo cielo, ¿no es la cosa más perfecta?
Lee el resto de este artículo con una suscripción RPS Premium
Para ver este artículo necesitas una suscripción Premium. Suscríbete hoy mismo para acceder a más artículos exclusivos para aficionados, una experiencia de lectura sin anuncios, regalos gratuitos y descuentos en juegos. Tu apoyo nos ayuda a crear más artículos sobre juegos de PC.
Más información